Con el permiso de la presidencia,
Hoy nos convoca una fecha que nos llena de orgullo y gratitud: la conmemoración de la fundación de Aguascalientes, esta tierra noble, trabajadora y profundamente mexicana que, a lo largo de casi cinco siglos, ha forjado su destino con esfuerzo, con inteligencia y con esperanza.
Fue en 1530, cuando los exploradores enviados por Nuño de Guzmán llegaron a estas regiones, donde descubrieron manantiales de aguas termales y yacimientos minerales, riquezas que darían nombre e identidad a nuestra ciudad.
Décadas más tarde, aquellos descubrimientos marcaron el inicio y la fundación oficial de la ciudad que se efectuó un 22 de octubre de 1575, cuando por disposición del virrey don Martín Enríquez de Almanza, se fundó la Villa de Nuestra Señora de la Asunción de las Aguas Calientes.
Aquel día, en medio del paisaje árido y luminoso del altiplano, un pequeño grupo de colonos y soldados erigir los primeros cimientos de lo que más tarde sería una ciudad próspera, dinámica y profundamente humana.
Su propósito era proteger la ruta comercial entre Zacatecas y la Ciudad de México. Pero el tiempo quiso que aquel punto de paso se convirtiera en un lugar donde el esfuerzo y la voluntad se mezclaron para dar origen a una comunidad unida por la esperanza de un mejor porvenir.
Desde entonces, Aguascalientes es sinónimo de trabajo y de tenacidad. Sus primeros pobladores, enfrentando la dureza del clima y las incertidumbres de la época, levantaron con sus propias manos una tierra de oportunidades.
Hablar de Aguascalientes es hablar de una historia viva, escrita con la tinta del esfuerzo de su gente. Es hablar de un pueblo que nunca se rinde, que encuentra soluciones donde otros ven obstáculos, y que ha sabido preservar su esencia aun en medio de los cambios del tiempo.
A lo largo de cinco siglos, esta tierra ha sido escenario de momentos decisivos. En tiempos de independencia y reforma, Aguascalientes se mantuvo firme, contribuyendo con su lealtad y su trabajo al fortalecimiento de la nación. Más tarde, durante la Revolución, fue aquí donde se convocó la Convención Soberana de 1914, símbolo de diálogo y reconciliación en medio de la división.
Aguascalientes es también cultura, arte y tradición. La Feria Nacional de San Marcos, orgullo de México, no sólo representa la fiesta, sino la identidad compartida de un pueblo que celebra su historia con alegría y apertura. Así, sus barrios, las iglesias, los museos y jardines hablan de siglos de convivencia y de belleza y de un intercambio cultural.
Porque Aguascalientes no se explica sin su gente: sin su temple, sin su calidez y sin su capacidad de construir comunidad.
Hoy, en este aniversario, rendimos homenaje a quienes nos precedieron. A los hombres y mujeres que con su esfuerzo construyeron esta tierra, y a quienes hoy continúan su legado con pasión y compromiso. A quienes levantaron templos, caminos, escuelas, y también a quienes hoy edifican nuevas industrias, promueven la ciencia, impulsan la cultura y defienden el bienestar de su gente.
Aguascalientes es orgullo de México. Es símbolo de progreso, de paz y de trabajo. Es ejemplo de cómo una comunidad pequeña puede convertirse en un referente nacional sin perder su identidad.
Que esta fecha nos recuerde que somos herederos de una historia luminosa, pero también constructores de un futuro que aún podemos hacer más justo, más solidario y próspero.
¡Felicidades, Aguascalientes, por tus años de vida, por tu historia gloriosa y por el corazón de tu gente!
Es cuanto, muchas gracias.