Con la venia de la presidencia.
"Ningún ejército puede detener una idea a la que le haya llegado su momento" Víctor Hugo.
El movimiento estudiantil de 1968 dejó al descubierto hasta qué punto el sistema surgido de la Revolución Mexicana había perdido su capacidad de refrendar en la práctica las libertades cívicas y los derechos sociales consagrados en nuestra Carta Magna. Producto de un sistema donde la competencia electoral auténtica era inexistente, el Gobierno exhibió el 2 de octubre en Tlatelolco las carencias de un régimen autoritario con poca aptitud y casi nula disposición para escuchar voces disidentes y atender sus demandas.
Todos los acontecimientos de aquel verano de 1968 confirman lo anterior, pues son un compendio de la cerrazón de un gobierno frente a la crítica y de los excesos cometidos por el mismo para responder a una sociedad que se organizó en torno a determinadas reivindicaciones ciudadanas.
A finales del mes de julio de aquel año se llevaron a cabo dos manifestaciones en la Ciudad de México, una conmemoraba la Revolución Cubana y la otra fue convocada por estudiantes del Politécnico en protesta por los abusos de la policía para disolver una riña entre alumnos de la Escuela Vocacional número 5 y de una preparatoria privada.
La respuesta de las autoridades frente a estas manifestaciones fue enviar al cuerpo de granaderos a las calles para reprimirlas.
Ante la actuación por parte del Gobierno, algunos estudiantes politécnicos y universitarios se vieron en la necesidad de atrincherarse en la Escuela Nacional Preparatoria, cuya puerta fue destruida de un bazucazo, lo cual constituye, junto con la posterior ocupación de la Ciudad Universitaria por parte del ejército, uno de los actos más desproporcionados de un régimen en contra de un movimiento que por entonces comenzaba apenas a gestarse y que tuvo su punto más álgido aquella fatídica tarde del 2 de octubre en la Plaza de las Tres Culturas donde una cascada de balas cayó sobre miles de personas.
A la inconformidad de los estudiantes la precedieron los movimientos de protesta provenientes de sectores sociales que, a pesar de la estabilidad económica de la cual gozaba el país, habían alzado la voz para defender sus derechos laborales, es el caso de los médicos, los maestros, los ferrocarrileros y los telefonistas, quienes se toparon con la misma respuesta que recibieron los jóvenes: represión, autoritarismo y falta de interés para resolver el conflicto a través del diálogo.
Una de las características del movimiento estudiantil de 1968 fue su carácter incluyente, recordemos que a la lucha pacífica que aglutinaba alumnos de diversas universidades públicas y privadas se fueron sumando obreros, intelectuales, padres de familia y profesionistas con la exigencia común de construir un país más democrático, en donde se respetaran plenamente las libertades políticas.
En este sentido, el movimiento estudiantil de 1968 generó consciencia, cambió vidas y liberó fuerzas que aceleraron la transformación del país, que hicieron posible que más voces estén representadas en este Congreso, que hicieron posible la participación de más actores políticos en la toma de decisiones públicas, así como la alternancia en el poder.
Nuestro compromiso como sociedad hoy debe ser que en nuestro país los jóvenes nunca más sean criminalizados, reprendidos, violentados y que quienes se atreven a levantar la voz frente a los abusos cometidos desde el poder no sean perseguidos ni encarcelados.
A 53 años del 2 de octubre de 1968 nos queda reconstruir la memoria histórica, conmemorar aquel despertar ciudadano, esclarecer los hechos para acceder a la verdad sobre lo que realmente pasó y sobre quiénes son los responsables de que aquella noche triste en Tlatelolco cuando la sangre de nuestros jóvenes tiñó de rojo la Plaza de las Tres Culturas.
Aun con el paso del tiempo la herida está abierta, pero, como escribió Elena Poniatowska, La sangre volvió al lugar de su quietud y más tarde brotaron las flores de entre las ruinas y los sepulcros.
Es cuanto.