Con el permiso de la presidencia,
Compañeros diputados,

La evolución a lo largo de la historia de nuestro régimen político ha sido el resultado de la lucha de hombres y mujeres valientes que enaltecieron los más grandes valores y virtudes que puede tener un ciudadano al defender sus ideales y principios, dando como resultado que hoy contemos con un Estado moderno, democrático y con instituciones fuertes.

Cada una de las transformaciones que se han dado a lo largo de esta constante evolución fueron importantes, sin embargo, pocas se equiparan en cuanto al impacto generado por la instauración de las Leyes de Reforma.

Hablamos de una auténtica revolución jurídica para garantizar las libertades civiles de las y los mexicanos, proclamadas el seis de septiembre de 1860 por uno de los más grandes presidentes que ha tenido nuestro país, Benito Juárez.

Con las Leyes de Reforma se sentaron las bases para que hoy todo mexicano pueda nacer, vivir y morir dentro de una legislación dictada por la autoridad civil y regular su vida conforme a ésta y no por una ley dictada por instituciones que no tienen como fuente de su poder la voluntad del pueblo.

Así como hoy se apuesta por la transformación de la vida pública en nuestra nación, en aquel entonces, un grupo de valientes visionarios comprometidos con la libertad, encabezados por el Presidente Juárez, instituyeron un nuevo marco de referencia para regir los destinos del país, basado en una serie de principios que apuntaban a generar una nación más justa, así como a eliminar el poder político de la Iglesia que por aquel entonces suponía un obstáculo para el ejercicio del poder civil.

Se trata de una lucha como la que todos los días llevamos a cabo quienes conformamos la alianza Juntos Haremos Historia, encabezados por el Presidente López Obrador y que desde hace cinco años hemos insistido para separar el poder político del poder económico a fin de hacer prevalecer el interés público por encima de los intereses privados.

En aquel entonces, como sucede el día de hoy, se apuntó a quitarle el poder político a las élites conservadoras, esto a través de cinco puntos básicos: la separación entre Iglesia y Estado; la nacionalización de los bienes del clero; la extinción de las corporaciones eclesiásticas; la secularización de cementerios y fiestas cívicas; y, finalmente, la promulgación de la libertad de culto. Todos estos son elementos fundamentales del Estado moderno.

Estos cambios significaron el rompimiento de las concepciones del antiguo régimen y establecieron las bases para el funcionamiento de un gobierno apegado a los principios del liberalismo.

Las Leyes de Reforma rompieron con los abusos que durante casi 40 años habían tenido lugar en el México independiente y se cambió el rumbo de la vida pública hacia una transformación social, política y económica fundada en un Estado civil y laico, de ciudadanos y no de feligreses.

Hoy, a casi 163 años de aquel trascendental momento de la historia de nuestro país, seguimos luchando por la transformación de la vida pública y lo hacemos bajo la premisa de instaurar de manera cabal un gobierno genuinamente al servicio del pueblo que, por el bien de todos, atienda primero a los más pobres y a quienes se encuentran en estado de vulnerabilidad, con el único fin ulterior de garantizar bienestar, libertad y justicia para las y los mexicanos.

 Es cuanto.