Compañeras y compañeros diputados,

Hace más de cien años la situación política en nuestro país se encontraba marcada por una serie de disputas, conspiraciones y revueltas que generaban conflictos e inestabilidad social. En este marco tuvo lugar la efeméride que hoy conmemoramos. Se trata de una efeméride triste, pues hace referencia a un hecho bochornoso que nunca más debe tener lugar en nuestro país, como lo es un golpe de Estado para derrocar a una autoridad democráticamente electa por el pueblo.

El 9 de febrero de 1913 dio inicio la operación militar comandada por el usurpador Victoriano Huerta al frente de un grupo de traidores que se levantaron en armas en contra del gobierno del Presidente Francisco I. Madero. A este episodio de la historia nacional se le conoce como la Decena Trágica, porque después de diez días de hostilidades culminó con los asesinatos del Presidente Madero y del Vicepresidente José María Pino Suárez, permitiendo con ello la llegada de Huerta al poder.

En 1911, después de encabezar el inicio del movimiento revolucionario de 1910 y que agrupó a todos aquellos sectores sociales que se habían visto agraviados por el régimen porfirista, Madero fue electo presidente de la República y comenzó su mandato el 6 de noviembre.

Lamentablemente, al poco tiempo de su ascenso a la máxima magistratura del país, su popularidad poco a poco se fue desvaneciendo debido a la imposibilidad de llevar a cabo los cambios que demandaban varios de los grupos que participaron en el derrocamiento del régimen de Porfirio Díaz.

La posición de conciliación adoptada por Madero con grupos porfiristas desalentó a quienes esperaban transformaciones radicales, fueron muchos revolucionarios los que se sintieron defraudados y traicionados por el gobierno Madero, declarándose abiertamente su oposición. Durante los escasos meses que duró su gestión, Madero enfrentó múltiples revueltas, sublevaciones, conspiraciones y rebeliones armadas, lo cual preparó el terreno para que sus enemigos, especialmente aquellos que representaban los más oscuros intereses, unieran fuerzas y planearan su derrocamiento.

Así fue como, víctimas de la traición y de la ambición de poder, el presidente Madero y el vicepresidente José María Pino Suárez pasaron sus últimos días de vida privados de la libertad en el Palacio Nacional, siendo trasladados el 22 de febrero de 1913 a la penitenciaría de Lecumberri, donde serían cobardemente asesinados por militares afines al usurpador Huerta, que apenas unos días antes de la Decena Trágica había sido nombrado comandante en jefe de las fuerzas armadas por el propio Madero.

Ese fue el más grande error de Madero, no haberse liberado de personajes como Victoriano Huerta, Bernardo Reyes y Félix Díaz, militares adeptos al régimen que gobernó de manera tiránica nuestro país por más de tres décadas y contra el cual se levantó en armas el pueblo.

Madero, fue un buen hombre, un demócrata que luchó a favor de las libertades civiles y en contra de la opresión del pueblo, desgraciadamente, su nobleza y su buena fe fueron aprovechadas por personajes de la peor calidad moral y eso terminó constándole la vida.

Es cuanto.